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Diario EL Mercurio

por Daniela Silva Astorga

Santiago Chile

2025

Los experimentos lumínicos de Benjamín Ossa EL MERCURIO

El artista exhibe “De lo invisible. Lenguajes de un recuerdo”, una muestra que pone en juego intuición, tiempo, memoria y
percepción. Es una obra en constante coautoría con el público.

Desde el inicio hay señales de que esta no es una exposición común. En vez ingresar a una sala de muros blancos con
obras para mirar, el público se encuentra con un espacio revestido con planchas metálicas (aluzinc) que arman formas onduladas en los muros. Es como un vestíbulo, el preámbulo donde las mediadoras entregan pistas para experimentar
“De lo invisible. Lenguajes de un recuerdo”, muestra que Benjamín Ossa (1984) ideó especialmente para cuatro salas del
Museo de Arte Contemporáneo (MAC) de Parque Forestal.

Es una exhibición, pero más preciso sería describirla como una experiencia inmersiva e interactiva, incluso como un experimento. El artista invita a explotar la intuición al recorrer un espacio completamente oscuro donde ocurren
fenómenos lumínicos. Y luego, la memoria y el tiempo cobran protagonismo, porque los visitantes dibujan lo visto en esa sala negra.

¿Cómo hacer visible en el papel algo intangible? ¿Cómo se lleva al dibujo una percepción personal? ¿Cómo se delinea el tiempo? Hasta ahora, más de 3.500 personas han completado el ejercicio, trazando su experiencia a ojos cerrados sobre papel blanco. Otras tantas también caminaron entre los estímulos lumínicos —220 puntos led—, pero no hicieron su parte
de la obra. Este es un proyecto de cocreación que estará construyéndose hasta el 12 de octubre.

Benjamín Ossa suele componer sus proyectos y obras a partir del estudio de diversos fenómenos. De hecho, esta exhibición proviene de un ejercicio, igualmente vinculado a la luz y a la experiencia, realizado por él en “Eigengrau”, residencia organizada por el artista Javier Toro Blum. Después, entre las diversas líneas de su trabajo, profundizó también sus ensayos
lumínicos en el Salón Tudor y en el MAC de Quinta Normal.

Sus intereses artísticos, de tiempos más reposados y de bastante análisis e investigación, lo han conducido a trabajar atento al cuerpo, al espacio y a la percepción. Ossa mira procesos que pueden parecer insignificantes y que en el cotidiano no llaman nuestra atención. Trabaja siempre con el dibujo como raíz de su quehacer, y con el movimiento, el calor, la luz y la naturaleza como materiales. —Su obra parece responder a otros ritmos y sensibilidades.

“Hoy uno ve mucho arte anclado en la actualidad. Arte con carácter étnico, de género, político o del territorio; cuatro tipologías que están mucho en ferias y en museos. De alguna manera, estos otros temas o ideas, los míos, son menos sexies para los curadores, las colecciones. Pero son los grandes temas de la humanidad... La muerte y la vida han movido a la
literatura, la poesía, el arte, el teatro y la arquitectura desde que el humano existe, y nos seguimos preguntando las mismas cosas”.

El artista, que tiene representación de galerías en Chile, Argentina, Francia y Panamá, comenta que cuando se dio la oportunidad de exponer en el MAC advirtió dos caminos: el más clásico, que sería mostrar un recorrido sobre las distintas líneas de su trabajo, o hacer un proyecto más específico, y que estableciera sintonía con el carácter investigativo del museo.

—Optó por lo segundo, ¿cuál fue su mayor motivación? “La primera fue que esto sería un desafío. O sea, un fenómeno tan ínfimo como un puntito de luz girando en el espacio necesita de una estructura súper grande y compleja para poder existir, y que el fenómeno se pueda percibir. Era un desafío artístico, intelectual y de producción bastante grande”.

—¿También le interesó tener una obra en coautoría?

“Me cautivó esa idea de poder abrir el museo. La idea de dislocar esa función del museo —que exhibe piezas confeccionadas en otro momento— y que esta obra se esté coejecutando constantemente a partir del público que la visita. No hay una obra para ver, sino una en la cual participar y adentrarse. Esto también me seduce desde lo intelectual: ¿Cómo entender el museo?
¿El museo es un lugar al que yo voy a ver o el museo es un sitio al cual yo voy a producir algo?”.

Esta muestra contó con el apoyo de Artespacio y con un ambicioso trabajo en equipo. La curaduría es de Maya Errázuriz; la arquitectura y museografía, de Guillermo Hevia, y el diseño de la mediación fue encabezado por Paula Blackburn.
“El guion lo hicimos a partir de los currículos del Ministerio de Educación para cursos de Tercero y Quinto Básico. Queríamos vincular asignaturas que tenían que ver con aspectos relacionados a la luz, al espacio, a la oscuridad”, agrega el artista.

A diario, entre martes y domingo, la exposición recibe a unos 200 visitantes. “Las personas tienden —apunta Ossa— a captar la luz en movimiento como si fuesen fotografías de larga exposición. Representan el movimiento de la luz, más que la luz. Entonces, empiezan a aparecer en los dibujos muchas elipses, que en estricto rigor ellos nunca vieron como imagen, pero que el cerebro construye”.