Exposición

Galeria Artespacio

MAÑANA ES MEJOR

Exposición individual

Santiago Chile

texto Tomás Cohen
fotografía Sebastian Mejia

2023

Mañana es mejor / Marzo 2023

Mañana es mejor

Entramos a la nueva exposición de Benjamín Ossa, felizmente titulada Mañana es mejor. Hallamos dibujo en diversos soportes y formatos, también fotografía; por último, un par de esculturas que se mueven sin prisa pero sin pausa. Comentando las materialidades y poéticas de las obras exhibidas, exploraremos la profundidad que la muestra conjura en conjunto: cómo Ossa busca una matriz en la incertidumbre y, al hacerlo, nos da claves sobre su intimidad, ofreciendo una entrada al misterio que es siempre lo cotidiano.

“No sé si las cosas vienen, van, suben o bajan”. Así tituló el artista una serie anterior de sus dibujos. “No sé”: esa asunción de incertidumbre es propia de los místicos. Con esa negación nos avisan, en tono socrático, que lo único que saben es que nada saben. “No sé”, repite tres veces el poema que abre el primer libro de César Vallejo, el poeta más desafiante de nuestra lengua. Es como un letrero de advertencia colgado en el portal que separa lo conceptual de lo sensible. Si cruzamos ese portal, habrá que entregarse a experimentar el lenguaje más allá de la comunicación y del afán controlador de las explicaciones. Es decir, poesía. Allí Vallejo declara su vocación mística. El citado título de Ossa prosigue, “No sé si las cosas…”, enraizándonos en la experiencia concreta. Su incertidumbre es la propia del artista que piensa a través del manejo de sus materiales. Sobre esas cosas, el artista no sabe si “vienen, van, suben o bajan”: nos deja en relatividad. Y es consecuente que sus dibujos exploren el material más relativo y por lo tanto más desafiante del arte visual: el color. Son dibujos que crecientemente piensan la pintura. Con capas superpuestas de papeles de colores planos y sus mezclas y formas resultantes, Ossa va reposeyendo la gramática visual desde sus fundamentos, pero con juego, improvisando. Apodo este modo de dibujar - que Ossa viene explorando en variaciones desde el 2011- como "juego analítico”.

Buen ejemplo de estos juegos analíticos son la serie de dibujos titulado “Red net” incluidos en Mañana es mejor. Son dibujos de corte, retro-iluminados, donde lengüetas semi-circulares cortadas y plegadas en el soporte proyectan sombras. Estas sombras son proporcionales a la medida en que ocultan o revelan - es decir, con erotismo - la fuente de luz que subyace al dibujo. Imaginando estos dibujos en relación con la obra artistas que dialogan con la arquitectura, diría que Ossa abre los forados de Matta-Clark en una escala y material similar a las maquetas que fotografía Thomas Demand. ¿Qué formas sugieren estas obras? Círculos de tamaño variante que evocan constelaciones de macro- y microcosmos. Planetas con derredor de lunas, también átomos, moléculas. Estos círculos flotan, impactan unos con otros; sus radios a veces sugieren las ondas de un sonar o visualizaciones de ecos en red. Evocan a su vez composiciones de Tomás Maldonado, icono del op art argentino. En una entrevista, Ossa dijo que le gusta cómo estas formas “flotan sin punto de referencia”, que quiere “dejar que divaguen”: sin saber si “vienen, van, suben o bajan”. Esto habla sobre una voluntad de hacer arte a partir del titubeo, de la vacilación, y que esta dimensión procesual permanezca sensible en la obra terminada y en el cuidado con que se instala en la exposición.

Círculos. Centros. “Permanecer concentrado” ha dicho el artista que es uno de los desafíos cotidianos de su proceso artístico. ¿Quién no empatizaría, en esta época de saturación de estímulos? Ossa ha comentado también sobre el placer que le da reconocer cómo sus “diferentes proyectos comienzan a converger unos con otros”. Podemos ver y pensar las superposiciones, ecos y radiaciones de las formas concéntricas y excéntricas de estos dibujos como una representación de dicha convergencia que el artista ha encontrado a través de una búsqueda sostenida por más de dos décadas.

El círculo es lo primigenio. No tan sólo en el pasado ancestral cuando un homínido hipotético vio la luna llena en el cielo nocturno y la copió en la arena con un palo, luego con carbón sobre el muro de una cueva, de donde milenios después rodaron la moneda y el disco esa misma forma; el círculo también sigue siendo un origen incesante en el presente. Según D. Winnicott, crucial Psicoanalista infantil, el círculo representa el primer símbolo del mundo interior para los infantes. El origen cerrado como punto de partida. El útero que nos englobó, del cual somos exiliados: la madre, el primer otro. Antes que cualquier otra forma geométrica, cada nueva vida humana reconoce primero el círculo. Más aún, la perfección del círculo implica el cierre de todo transcurso. De alfa a omega, es el resultado de un movimiento, el cumplimiento de un ciclo. Por eso, su belleza se liga a la percepción del tiempo. ¡No nos extrañe que los relojes de sol y muchos otros diales son redondos! Y que tanto el tiempo como el movimiento son conceptos cruciales para comprender la obra de Benjamín Ossa.

Otros “Dibujos para perderse” se suman a la serie antes mencionada. Son dibujos de gran formato, hechos con gestos minúsculos de tinta plateada sobre una superficie negra. Su título evoca su proceso: Ossa ha comenzado reticulando el papel a mano; luego, usando un círculo de metal que es remanente de una escultura anterior (y un preámbulo a las esculturas que describiremos al final de esta nota), ha trazado curvas que convergen lúdicamente. Fiel a su afán de juego analítico, las zonas cada vez más pequeñas que estas curvas convergentes van circunscribiendo resultan en una suerte de tablero de ajedrez cuyas zonas de juego, progresivamente comprimidas, se llenan de tinta plateada o dejan vacías (en negro), con creciente apertura aleatoria y cierta tendencia al laberinto. Mientras más se reduce el espacio de los gestos, más se evidencia el gesto manual, lo que resulta - sobre todo al ver estas obras a la distancia - en cierta vibración. Por eso estos dibujos, partidos del control de la retícula, son “para perderse”. Sobre ellos, el arquitecto G. Hevia ha escrito “¿Qué aleja a estos dibujos de una edición precisa y realizada con instrumentos digitales? La existencia de errores casi imperceptibles, inconsistencias [mili]métricas […], la imposibilidad de rehacer o volver atrás, lo análogo por sobre lo digital. Aspectos que podríamos considerar errores o imperfecciones son precisamente aquellos momentos en los que el control se pierde.”

Mañana es mejor también incluye una serie de espejos trizados. Son espejos que Ossa quebró a propósito, contra el establecimiento de un reflejo que amenaza con anquilosar la identidad. Las trizaduras resultantes dibujan otro tipo de grilla… un dibujo aleatorio que tiende a la ramificación propia de las venas. Tanto la forma de estas trizaduras como el material usado (el vidrio de los espejos) se asocia a las fotografías que describiremos a continuación.

En la muestra abunda también la fotografía, un lenguaje artístico que va instalándose como una melodía paralela en la obra de Ossa, sobre todo a través de sus libros. En 2015, el artista tomó hora tras hora en el desierto de Atacama una serie de fotografías que plantearon un reloj de tonalidades celestes, dándonos un registro colorista de la rotación terrestre. Continuando con su énfasis en hacer sensual el paso del tiempo, Mañana es mejor incluye una serie de fotos tituladas Isluga, tomadas también el 2015 cerca la localidad tocaya. Muestran vestigios de una fiesta hipotética: detalles de fragmentos de botellas quebradas y tapas a medio enterrar. En estas fotografías, tomadas entre las 11:50 y las 12:00 del día, las trizas de vidrio reflejan la luz en la ausencia de sombra proyectada que es propia del mediodía. Impresas en papel metalizado, su contraste nos recuerda tanto los “Dibujos para perderse” como también los espejos trizados antes descritos.

Otras dos fotografías de la muestra detallan las venas del ojo del artista, rojas y ramificadas contra el blanco de su esclerótica: de allí su título, “Los hombres te miran te quieren tomar”. Reminiscentes de la almendrada forma del ojo, se suman cuatro fotografías de semillas fucsias. Sobre las semillas, Ossa ha observado que “se activan cuando el ambiente es favorable”. Todo material - sea cual sea la escala temporal con que lo concibamos - da cuenta de momentos en un proceso. Palpablemente la materia orgánica, como es el caso de las semillas: son objetos para activarse, tal como las obras de Ossa, que a menudo dependen del ángulo de nuestra mirada y de nuestro movimiento por la sala de exposición (una característica que comparten con muchas obras del artista op venezolano Carlos Cruz Díez). Las semillas aquí fotografiadas son parte de una colección personal de objetos del artista. Sobre ellas, Ossa admite que “la mayoría de las que guardo, desconozco su procedencia, no sé de qué árbol vienen o a qué planta van. Suelen ser regalos de mis hijos”. Desde hace varios años, Benjamín Ossa siembra en sus hijos la curiosidad que lo constituye como artista. “Tráiganme lo que les parezca interesante”, partió invitándoles, tras lo cual ellos comenzaron a traerle objetos mostrados con la pregunta, “Papá, ¿te sirve?”. De ahí, estas fotografías de semillas son aptamente tituladas “¿y para quién?”. La asociación de las fotos de ojos y semillas con los espejos trizados - considerada como grabaciones de intimidad - plantea un mapa de simbolismos entrelazados.

Tituladas “En un momento vas a ver que ya es la hora de volver”, las esculturas de Mañana es mejor son una sutil summa summarum de la muestra. Podríamos considerarlas dibujos espaciales compuestos de círculos metálicos. Estos círculos nos hacen pensar en las traslaciones de un planetario que omitiera los planetas— aunque no se trate de elipses, sino de círculos de igual diámetro. Crucial es que estas sean esculturas cinéticas. Su sombra en movimiento proyecta gráficas cambiantes sobre la sala de exposición. Los círculos que componen estas esculturas tienen el mismo diámetro que la pieza circular que Ossa utilizó para trazar las curvas de “Dibujos para perderse”. Estos móviles me recuerdan una reflexión de Hevia sobre los libros del artista, pues, como esos libros, proveen “una ventana a la sala de máquinas que pone en movimiento todo el trabajo”.

Las esculturas cinéticas y sus sombras cambiantes proveen una música de las esferas que une toda la exposición. Pero la música que tocan estas esferas es bastante personal. Lo que nos invita a aclarar que el título de la muestra está tomado de una canción escrita por Luis Alberto Spinetta (Cantata de Puentes Amarillos, del álbum Artaud grabado con su banda Pescado Rabioso, 1973) y que también “Los hombres te miran te quieren tomar” (el título de las fotografías de las venas del ojo del artista), “¿y para quién?” (el título de las fotografías de semillas) y “En un momento vas a ver que ya es la hora de volver” (el título de las esculturas) son también versos de la misma canción. Esta canción de Spinetta ha acompañado el trabajo de taller del artista, y el uso sus versos como títulos de obras es un gesto coordinador que nos remite su laboratorio de afectos.

En Mañana es mejor, Benjamín Ossa se abre a la incertidumbre como su material predilecto. Lo persigue materialidad tras materialidad, tornando retículas en juegos. Exponiendo la vulnerabilidad de su sistema creativo, permitiendo que emerja y se materialice el "no sé" de los místicos. Desprendiéndose de certezas, asume el vértigo de lo no destinado. Las formas recurrentes de las composiciones de Ossa han reverberado en su intimidad y aquí vuelven como ecos afirmativos, resignificando su obra con mayor afecto. Como último comentario que subraya la dimensión personal de la exposición, permítaseme la siguiente confidencia: el escritor de esta nota es un poeta antaño artista que participó en las primeras exposiciones colectivas de Ossa. Desde entonces, ha sido una creciente alegría correspondernos sobre el desarrollo y la resonancia de nuestro trabajo. Escribir sobre esta exposición reafirma una amistad que se revela cada vez mejor.

Tomás Cohen, diciembre del 2022.